Miedo al fracaso: muchas personas tienden a posponer debido a que prefieren tener el control sobre no terminar una actividad y poder fracasar. Tienen grandes exigencias sobre su desempeño y, al no estar 100% satisfechos de lo que se está realizando, prefieren evitar la actividad (disminuyendo la ansiedad que produce no cumplir con los estándares imaginados).

Miedo al éxito: “si termino las cosas, puedo tener éxito”, pero ¿por qué el éxito puede ser negativo? Para algunas personas lo es porque no se creen dignos de recibir éxito, existe en ellos un sentimiento de culpa por algo “malo” que hicieron y, entonces, se castigan por ello negándose el éxito.

Miedo a que el tiempo pase: “si no lo acabo, no pasaré a la siguiente etapa que me angustia mucho más”. Un ejemplo claro de esto son las personas que no desean salir de la universidad por miedo a incluirse en el ámbito laboral; entonces, tienen la tesis a medias pues es una excelente manera de seguir permaneciendo donde quieren (en una zona de relativo confort)

Si tú postergas, puedes dar un sinfín de argumentos para no acabar lo que empiezas como: “me enfermé”, “es aburrido”, “se me pasó el tiempo”, puede ser que esos pretextos funcionen para los demás, pero no tiene sentido que te engañes. 

Es mejor encarar los problemas que darles la vuelta. Si consideras estar en alguna categoría anterior, es momento de que ordenes tus pensamientos y busques la manera de afrontar tus miedos. Posponer, a pesar de que te da la ilusión (consciente o inconsciente) de tener ganancias, la realidad es que pierdes más de lo que ganas.


¿Siempre terminas lo que te planteas?